La composición debe utilizarse para aumentar la vitalidad de la imagen, en este caso esa composición va acorde al objeto utilizado en cada una de las tomas. Debemos procurar dirigir la vista del observador al centro de la fotografía. Una posibilidad es encuadrar el rostro ligeramente descentrado y equilibrarlo con otro elemento, como las manos, un cuadro o incluso la línea de los hombros. Si deseamos situar al sujeto en el centro, debemos recurrir a otros elementos tales como el color, los detalles en el primer plano, la iluminación especial o algún objeto que enmarque el motivo para dar vida al resultado.
En la composición se eliminarán de la escena todos los elementos superfluos, que distraigan la atención o produzcan confusión, para que el objeto y sujeto principal domine la imagen. Es preferible la vista de sencillez y no la de un caos (lleno de objetos), ya que estamos hablando de un retrato, donde el único protagonista es la persona retratada con su objeto correspondiente. Además, tenemos que tener en cuenta que, en general, el fotógrafo carece de la libertad del pintor para organizar el entorno, por lo que debe encuadrar cuidadosamente, con el fin de aislar la parte de la escena que le interesa. Para mejorar una composición basta en ocasiones con desplazar ligeramente la cámara, modificar la distancia que la separa del sujeto o cambiar el objetivo.